El día a día de cada venezolano desde hace varios años ha
venido adquiriendo una preocupación ya muy bien arraigada. No es fácil vivir
con la terrible idea de que algo malo pudiera suceder debido a la desmedida
acción de algún integrante de la cada vez más temida estirpe criminal que
habita nuestro país.
Los que me conocen saben muy bien que creo ampliamente en el poder de la palabra y del pensamiento. Esta forma de vida me ha permitido enfrentar cada nuevo día con el mayor optimismo posible, incluyendo el hecho de estar muy consciente del verdadero peligro que actualmente representa la inseguridad en nuestro país, aunque cuento con la inmensa fortuna de haber pasado ya varios años desde la última vez que fui víctima del hampa por allá en el año 2007 mientras salía de una estación del Metro de Caracas.
Los que me conocen saben muy bien que creo ampliamente en el poder de la palabra y del pensamiento. Esta forma de vida me ha permitido enfrentar cada nuevo día con el mayor optimismo posible, incluyendo el hecho de estar muy consciente del verdadero peligro que actualmente representa la inseguridad en nuestro país, aunque cuento con la inmensa fortuna de haber pasado ya varios años desde la última vez que fui víctima del hampa por allá en el año 2007 mientras salía de una estación del Metro de Caracas.
Cada día es más difícil no pensar de forma negativa. Lamentablemente
nos hemos venido también adaptando a la costumbre generalizada a la situación. Ya es “normal” leer entre las publicaciones de mis amigos en
Facebook anuncios de que ahora se encuentran incomunicados porque les robaron
su celular. Los periódicos (aquellos que aun pueden) dedican mayor espacio a
las noticias de sucesos. Hace poco ocurrió un asalto a mano armada frente a la Universidad donde estudio. Hace dos noches le toco a un grupo de hermanos Scouts mientras realizaban actividades al aire libre y se preparaban para ser
mejores ciudadanos, lugar donde podría haber yo estado presente. Y estos son tan solo un número insignificante de ejemplos de lo que vivimos.
No escribo estas líneas con intenciones políticas.
Evidentemente la gestión del Estado en materia de Seguridad Ciudadana (y otras
más) han sido un total fracaso. Pero es que no todo puede ser culpa del
Gobierno. Simplemente nos encontramos en una sociedad cada vez más desahuciada de
valores. La violencia viene disparada desde todos los puntos cardinales y así nunca
se podrá garantizar la paz.
Yo sigo, saliendo cada mañana a la calle para hacer mi
trabajo, cumplir con mi formación académica y realizar mis acciones ciudadanas
de bien, aunque el tema de la sensación de inseguridad me haga la batalla más
difícil cada jornada.
Mientras tanto, mi primo que ahora vive en España me cuenta
que la semana pasada le robaron su bicicleta, y nunca le pasó nada mientras
vivió en Venezuela; curiosa ironía.
#Paz para todos.
@FernandoArraez